Rocío Roses, psicóloga: "Los TCA son los trastornos mentales con mayor prevalencia en adolescentes"
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Cuando el covid nos obligó a todos a quedarnos en casa, para Paula Valls comenzó un proceso que jamás habría imaginado. Su vida, universitaria y social, se detuvo y, con ella, su rutina. En ese desorden, afloró un rasgo de su personalidad que ni ella misma conocía: la obsesividad. "Perdí el control de todo y eso es lo peor que le puedes hacer a una persona que tiene un tema obsesivo con la comida y el deporte", cuenta.
Como muchos pacientes, al principio no fue consciente de que tenía un problema. Al contrario: se volcó en cocinar para su familia, pero ella no comía. Comenzó a hacer ejercicio de forma compulsiva, con una autoexigencia alimentada por el encierro y el miedo. Sus padres se dieron cuenta del cambio, pero solo cuando la pérdida de peso fue evidente llegó la preocupación real. Una analítica de sangre confirmó lo que ya era grave. “Necesitas ayuda”, le dijo la doctora.
La Dra. Rocío Roses, directora del Instituto de Salud Mental del Hospital Universitari Sagrat Cor, conoce bien estos casos. “En los TCA encontramos tres grandes grupos: anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y trastornos no especificados”, explica. En todos ellos hay alteraciones en el comportamiento con la comida, ya sea por restricción o por consumo excesivo acompañado de culpa. La mayoría de casos que llegan a consulta, de hecho, pertenecen a este último grupo, el más difícil de diagnosticar porque no encaja del todo en las categorías clínicas tradicionales.
“Un tercio de los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria serán crónicos”
Uno de los datos más preocupantes que aporta la Dra. Roses es la cronicidad de estos trastornos: “Sabemos que aproximadamente dos tercios de los pacientes se van a recuperar, pero un tercio serán crónicos, es decir, convivirán toda su vida con el trastorno, aunque puedan mantener una vida más funcional con apoyo clínico”.
Para la mayoría de pacientes, el camino hacia la recuperación es largo y complejo. Paula lo vivió como una pérdida total de libertad. “Al principio no quería recuperarme”, recuerda. No entendía el tratamiento, ni las restricciones, ni el proceso. Pero poco a poco fue avanzando, enfrentándose a sus miedos en las terapias y marcándose objetivos que parecían imposibles, como comer un alimento que se había prohibido durante meses o volver a hacer ejercicio de forma saludable.
En los centros de salud mental existen tres niveles de intervención: tratamiento ambulatorio, hospital de día y régimen de 24 horas. Paula pasó por el hospital de día, donde además de las ingestas supervisadas, se realizan terapias individuales y grupales. Allí se trabaja no solo la conducta, sino también las emociones, la historia personal, la identidad y la relación con el cuerpo. La Dra. Roses señala que el diagnóstico siempre se hace con el paciente y su familia, ya que el entorno es clave para la evolución. “La familia es una parte fundamental, es lo que nosotros llamamos su coterapeuta”.
"El 80% de las adolescentes siente insatisfacción por su cuerpo"
Hoy, Paula mira al futuro con una mezcla de miedo y prudencia. Un “miedo funcional”, como ella lo define. Cuando detecta una señal de alarma, vuelve al hospital de día, contacta con el equipo médico y busca apoyo. Es consciente de que la recuperación no es lineal, pero también sabe que no está sola. “La familia no puede recuperarse por ti, pero te pueden acompañar y ayudarte mucho”, afirma.
La adolescencia es el periodo más vulnerable. La Dra. Roses lo subraya con contundencia: “Es el trastorno mental más prevalente en adolescentes. El 80% de las adolescentes siente insatisfacción por su cuerpo”. Esa autocrítica, sumada a la presión social, los estándares de belleza, y la comparación constante en redes, siembra el terreno para que el trastorno crezca.
Detectarla cuanto antes es crucial, ya que con una intervención adecuada, una red de apoyo sólida y una atención profesional especializada, dos tercios de los pacientes logran salir. Algunos lo hacen con total recuperación, otros con alguna recaída puntual, y muchos, como Paula, con una conciencia nueva sobre su salud mental. Porque el abordaje de este tipo de trastornos también conlleva aprender a convivir con él y prevenir su regreso.
El Confidencial